Breve introducción a una tipología del estudiante en Aikido

En Aikido los instructores, generalmente, son los que cargan con el peso de los grupos: deben enseñar, dinamizar el grupo, y sacarlo adelante. No es una tarea fácil. Y quizás, en este aspecto, lo más difícil sea la gestión de los alumnos. Un grupo no puede existir sin ellos, y además necesita de al menos un núcleo de incondicionales para crecer y sostenerse en el tiempo. Los que sean instructores sabrán de la dificultad de conseguir esto, y de lo valioso que es para la práctica. Por eso, es fundamental saber identificar ante qué tipos de alumnos nos podemos encontrar, para saber gestionarlos y ubicarlos de la mejor manera posible, de manera que podamos construir ese grupo sano y fuerte al que todo profesor aspira.
Sin ánimo de ser exhaustivos, hemos realizado un breve listado de los tipos posible de alumnos, junto con algunas posibles recomendaciones para su adecuada gestión.
- El Guadiana. Estos estudiantes son como el río Guadiana, que van y vienen, entran y salen periódicamente. Para ellos el Aikido es una diversión o un actividad social. Lo recomendable aquí es dejarles hacer, y no prestarles mayor atención de la necesaria. Ellos, con tal de venir al keiko y pasarlo bien son felices. ¿Para qué molestarse más? No les presiones más de lo debido, pero tampoco les pidas más de lo que no van a dar.
- El «wannabe». El wannabe es un estudiante que quiere pero no llega. Quiere llegar a cinturón negro, pero no entrena lo suficiente. Quiere mejorar su técnica, pero no se aplica. En cierta manera, se la va la fuerza por la boca. En nuestra opinión, está dudando entre si ser un estudiante Guadiana, o quiere pasarse a ser uno formal. Necesita un poco de ayuda para decidirse, sin presiones pero sí siendo claro al respecto. Hay que decirle: «me gusta que quieras llegar a dominar el tema, pero necesitas más implicación por tu parte para llegar a conseguirlo».
- El formal. Estos estudiantes son estupendos. Vienen a entrenar y entrenan. Practican, y aunque no sean los mejores, van progresando y se lo toman en serio, al mismo tiempo que no crean problemas de convivencia. Un instructor puede sentirse afortunado si tiene un buen número de estos alumnos. Lo importante es saber distinguirlos de los aprendices de Ueshiba y los hijos pródigos, porque ahí ya si habría que tomar medidas.
- El aprendiz de Ueshiba. Es aquel que aparentemente es formal, y mucho. Pero con el instructor. Con sus compañeros es avasallador, se cree con poder para ordenar o mandar. Se arroga la potestad de aprendiz de Ueshiba, y con ella la autoridad para gritar, machacar y hacerle la vida imposible a los demás. Este tipo de alumno puede ser muy nocivo para el grupo, y espantar a buena gente que aprendería mucho y daría aún más a sus compañeros. ¡Ojo con ellos! Pueden destruir grupos muy sanos. Aquí quizás lo recomendable sea enseñarles a comportarse, darles un toque de atención en privado, y si no reaccionan, insistir. Si aún así siguen en sus trece, lo mejor es pedirles que dejen un tiempo el Dojo para recapacitar. Y, muy importante, es necesario paliar los posibles daños que hayan causado entre los otros alumnos.
- El hijo pródigo. Este tipo de estudiante es aquel que se acerca al Aikido para rellenar algún hueco emocional. Se les identifica por una dedicación intensa, pero no con el fin de dominar el repertorio técnico, sino de agradar. Quieren tener danes y cintos, y sobre todo quieren estar al lado de su maestro y obtener su reconocimiento. Estos alumnos son muy peligrosos, ya que se corre el riesgo de que orillen a otros para sentirse los elegidos, incluso con malas artes, y acaben generando mal ambiente. Nunca subestimeis lo desesperados emocionalmente que pueden estar algunos, ¡son capaces de todo!
- El garrapata. Este es el peor tipo de alumno. Pide, pide, y no da nada a cambio. Es decir, ni se aplica, ni entrena, apenas paga las cuotas, y aún encima se queja. ¡Deja que se vaya!
- La pepita de oro. Uno entre un millón. Quizás no lo encuentres, pero cuándo lo hagas, será EL ALUMNO. Quizás es posible que no exista, dado que los alumnos son también humanos.
Esta es una breve introducción a los tipos de alumnos. Todo hay que decirlo, en una misma persona se pueden dar casos y casos. Del hijo pródigo se puede pasar al formal, igual que del Guadiana se puede evolucionar al wannabe y al formal. Que se de esta evolución es responsabilidad de cada alumno. Reconozcámoslo, el deber de un instructor de Aikido es enseñar el arte, y es tarea de los alumnos aplicarse y progresar. Lo que sí debe un instructor de Aikido es crear las condiciones adecuadas para que este progreso técnico se de en todos y cada uno de los alumnos. Esto incluye mantener un entorno de trabajo sano emocionalmente, y que por si mismo filtre a aquellos que sólo van a dar problemas. Algunos consejos podrían ser los siguientes:
- Tú eres el maestro, el instructor, pero no el padre de nadie. Eventualmente, puedes hacerte amigo de algún alumno (no hay nada malo en ello), o ayudar a algún otro fuera del Dojo. Pero en el tatami se va a entrenar, no a resolver problemas personales de nadie. Así de simple. Con este consejo te ahorrarás dar pábulo a muchos, y muchos, muchos dolores de cabeza.
- La etiqueta es, basicamente, una forma de respetar al otro, no de imponer comportamientos. Cuida que la etiqueta sirva para fomentar el cuidado mutuo entre los miembros del dojo. Esto es fundamental para conseguir un buen ambiente.
- La medida de los alumnos debe ser la propia técnica y desarrollo marcial. Preocúpate de que aprendan, y será el propio nivel de cada alumno el que pondrá a cada uno en su sitio.
- Sé justo. Utiliza el mismo rasero para todos.
- Fomenta un ambiente maduro, con gente cuyo interés sea aprender y no destacar. Evita las exhibiciones innecesarias.
Seguramente, hay experiencias variadas sobre el tema. Esto son sólo algunos breves consejos para no pillarse los dedos. Esperamos que os sirvan. ¡Ánimo a todos los instructores!
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