Mi carrera en Yanagi Ryu, por Don Angier (y II)

Heredero de la escuela

Os ofrecemos ahora la segunda parte de la autobiografía marcial de Don Angier, donde nos relata, una vez muerto Yoshida Kenji, su trayectoria como heredero de la Yanagi Ryu, desde los años 50 hasta la actualidad. En futuras entradas os traeremos más materiales de esta interesantísima escuela.

Cuando el conflicto de Corea hubo terminado, me asignaron a un proyecto de alto secreto llamado Operación Castle en Eniwetok Atoll en las Islas Marshall. Era la detonación de la primera bomba de hidrógeno. Hubo períodos cortos de emoción en torno a las pruebas, seguidos de períodos de inactividad y de aburrimiento más largos. Fue entonces cuando di mis primeras clases para los oficiales. Mantenía mis habilidades y me sacó de más de un momento desagradable.

Después de la Operación Castle me asignaron al Segundo Cuartel General del Ejército en Fort George G. Meade, Maryland. Después de un breve tiempo como un reparador de armas ligeras, se me propuso hacerme cargo de la sección de combate sin armas de la escuela de Formación de Oficiales. Parece que el ex instructor había matado accidentalmente a su asistente y mejor amigo durante una sesión de entrenamiento, y luego tuvo una crisis nerviosa y se quitó la vida. Al revisar mi historial como recién llegado, se encontraron con algunas cartas de recomendación de los oficiales en Eniwetok que mencionaban mis clases de artes marciales, así que me dieron el trabajo. Continué en esa posición hasta mi baja honorable del Ejército.

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Don Angier demostrando una técnica de desarme

No podía encontrar trabajo en Utica y decidí ir a California, influido por el hecho de que había una gran población japonesa allí y probablemente encontraría un nuevo maestro de jiu-jitsu con el que poder continuar mi formación. ¡Qué decepción más grande me llevaría!. Encontré trabajo casi de inmediato y me puse a buscar un maestro de jiu-jitsu. Descubrí la zona de «Little Tokyo» de Los Ángeles y empecé a preguntar a los comerciantes donde había un dojo de jiu-jitsu. La mayoría ni siquiera sabía lo que era, o al menos fingian no saberlo. Finalmente encontré la Cámara de Comercio de Pequeño Tokyo. Una señora me dio una lista de dojos de  judo y kendo, y comencé una ronda de visitas.

Era lo mismo en todas partes. Un montón de rótulos de «sólo japoneses», pero sobre todo no había  jiu-jitsu. Las mejores técnicas de jiu-jitsu estaban incorporadas en el deporte del judo. Después de ver unas cuantas clases, yo sabía que el judo no era lo que yo estaba buscando. Por último, busqué en el directorio telefónico bajo el epígrafe «autodefensa» en lugar de jiu-jitsu. Había una escuela en el área de Los Angeles Westlake Park (ahora MacArthur Park) que mencionaba el jiu-jitsu en el anuncio.Fui a ver el «Westlake Judo Club.»

Me enseñaron algo de judo en la primera clase, y lo que llamaban jiu-jitsu en la segunda. Era bastante burdo. Cosas del tipo patadas en la ingle, o meter los dedos en los ojos. Hice un trato que consistía en inscribirse en la clase de jiu-jitsu y pagar un poco más para alquilar el tatami para la práctica personal antes de que las clases regulares empezasen. Algunos de los estudiantes me vieron practicando y me preguntaron qué estaba haciendo. Cuando se lo expliqué, algunos me pidieron que les enseñara. Esto enfureció al maestro y me pidió que me fuera.

Empecé mi propio dojo en el garaje de un compañero de trabajo en Covina, California, y mis primeros alumnos fueron los del Club de Judo de Westlake que me habían pedido que les enseñara. Alrededor de un mes más tarde, recibí una llamada del propietario del Club de Judo de Westlake. Se ofreció a vender el dojo. Yo no tenía un trabajo, pero hizo la oferta en términos muy liberales, así que acepté y me mudé al dojo. Eso fue en 1955.

Fui muy afortunado al encontrar a un estudiante maravilloso llamado William Hepler. Estaba tan obsesionado con el arte como yo. No sólo eso, tenía el talento también. Nos convertimos en dos grandes amigos, tanto es así que me convertí en el padrino de todos sus hijos. Bill trabajaba en el turno de noche en la oficina principal de correos de Los Angeles. Durante casi nueve años iba al dojo tres horas antes de la clase. Juntos trabajamos en la categorización de los conceptos básicos del arte y en la manera de hacerlos lo más precisos posible. Hicimos ejercicios de contratécnicas realistas para todas las formas y las contratécnicas de las contratécnicas. Fue sólo con su ayuda que fui capaz de sistematizar el arte y empezar a categorizar sus principios científicos. Si las cosas hubieran ido bien, Bill Hepler habría sido mi «soke dai» [heredero del arte], pero lamentablemente murió cuando un conductor giró a la izquierda delante de su moto, en octubre de 1964.

En la década de 1980 le di una copia parcial de los principios del Aikijujutsu a un profesor en Massachusetts para su enseñanza personal. Los cogió e hizo una copia de ellos que vende por correo, y he oído que ahora ha escrito un libro sobre ellos, añadiendo algunas cosas de cosecha propia para conseguir los derechos de autor. Los presenta como sus principios y los muestra como un inepto en vídeo. Para mí esto es una traición y muestra una falta grave de carácter y ética. En ninguna parte se menciona que éstos son principios de la Yanagi-ryu.

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Los kata de armas son una parte importante de la escuela

La década de 1950 fue una época maravillosa en mi educación en otras artes marciales. No había muchos de nosotros en esos días, así que cada vez que alguien venía a la ciudad me buscaban a través de la guía telefónica y llamaban para concertar una cita. Aparecíamos en «Gimnasios». Las artes marciales eran tan raras que no había ninguna lista de categorías en las Páginas Amarillas. Me acuerdo de un hombre que entró en el dojo y estuvo observando la clase. Era de unos treinta años, más de seis pies de alto, y se afeitaba la cabeza. Una cicatriz iba desde la parte superior de la cabeza hasta la base de su cuello. Parecía bastante formidable, pero después de hablar con él, resultó ser un amigo muy interesante. Era muy leído, tocaba la guitarra clásica, y era estudiante de arte llamado «Shinwa Taido», del que yo nunca había oído hablar.

Mi primera impresión fue correcta. Era un luchador formidable y había sido instructor de Marines. Su nombre era Walter King. Su hermanastro era Dale Jennings, quien escribió los libros Ronin y Los Vaqueros , siendo este último adaptado en una película protagonizada por John Wayne. Pronto nos hicimos amigos. Una noche, me dijo que su maestro en el arte venía de Japón y me preguntó si me gustaría conocerlo. Por supuesto, no dejé pasar la oportunidad. Resultó ser Hoken Inoue Sensei, también conocido por el nombre de Yoichiro y Noriaki en diferentes etapas. Inoue era un sobrino de Morihei Ueshiba.

El grupo solía practicar en el salón de la maestra local y sólo unos pocos estudiantes cabían en clase a la vez, por lo que se hicieron arreglos para tener una clase y demostración de Inoue Sensei en el centro de Los Angeles YMCA. Se suponía que íbamos a utilizar la sala de judo, pero el profesor se molestó con que trajésemos otro arte y se negó a que nos dejasen las instalaciones. En su lugar se utilizó la cancha de baloncesto.

Durante toda la clase el profesor de judo, un filipino llamado Leo, mantuvo un constante torrente de bromas y comentarios despectivos con sus alumnos, que parecían muy interesados en lo que estábamos haciendo. El instructor local – creo que su nombre era Ken Kuniyuki – explicó a Inoue lo que estaba sucediendo. Inoue Sensei habló brevemente con el Sr. Kuniyuki, quien asintió con la cabeza y se acercó al profesor de judo. Le dijo a Leo que Sensei podía adivinar por su actitud de que era un artista marcial altamente cualificado y le preguntó si serviría como uke para él, ya que sus estudiantes no estaban preparados para recibir la caída para la siguiente técnica. Por supuesto, el ego de Leo no le permitía rechazar el ofrecimiento. Se posicionó frente a Inoue Sensei como se le pidió y agarró sus muñecas. Inoue Sensei inmediatamente bloqueó sus brazos desde las muñecas hasta los hombros y lo envió volando directamente sobre la cabeza, cayendo de bruces con sus brazos inmóviles a los lados. Se levantó con una hemorragia y la nariz rota, gritando en su camino a la sala de primeros auxilios.

Durante la década de 1950, un chino de edad más avanzada entró en mi dojo y presenció una clase privada, pero se marchó antes de que pudiera hablar con él. Lo hizo varias veces. Finalmente, apareció cuando ningún estudiante estaba presente y tuve  la oportunidad de reunirme con él. Resultó ser Ark-Yuey Wong (1898-1987). Era un famoso artista marcial chino, pero yo no lo sabía en ese momento. Nadie sabía de kung fu en esos días. Dijo que solía hacer una versión china de jujutsu. Hablamos de artes marciales, y él estaba fascinado con la suavidad y las técnicas intrincadas de Yanagi-ryu.

Se acercaba a la zona del parque Westlake a menudo a visitar a un amigo, Tim Lou, que era dueño de una tienda de hierbas a unas pocas puertas del dojo. Cerraba el dojo y nos sentábamos en la trastienda del Sr. Lou, a tomar el té, y simplemente hacernos compañía. Sin embargo, el acento del señor Wong era casi indescifrable cuando se entusiasmaba acerca de un tema, por lo que el Sr. Lou le pedía que bajase la velocidad y me hacía saber lo que estaba pasando. Poco a poco, empezó a mostrarme algunas de sus habilidades. Sería muy fácil subestimar a este anciano de aspecto inofensivo. En realidad, era un hombre maravilloso y un artista marcial soberbio, y tengo que admitir que algunas de las cosas que él me enseñó me ayudaron a entender mi propio arte más plenamente.

Había abierto un dojo sucursal en Lynwood, California, aproximadamente en 1962, cerrado el dojo de Los Ángeles a finales de 1964, y me trasladé a Sherman Oaks, donde abrí otro dojo. Éste no funcionó, así que lo cerré cuando el año de arrendamiento expiró. El dojo Lynwood se convirtió en el principal y único dojo, y he enseñado allí durante treinta años. Durante un tiempo desarrollé un sistema de graduación kyu-dan porque el público lo demandaba. Pero finalmente me di cuenta de que me había pasado demasiado tiempo tratando de contentar a los estudiantes, y estaban demasiado preocupados por el color del trapo que llevaban alrededor de su cintura. Finalmente, acabé con  el sistema de grados, cerré el dojo comercial en 1987, y ahora enseño la manera que quiero que aprendan, lentamente y con precisión.

Don Angier Yanagi Ryu

Imagen reciente de Don Angier

Sólo acepto unos pocos estudiantes a la vez, y hay una extensa lista de espera de aspirantes que desean aprender en el dojo. No me anuncio o tengo un número de teléfono público y no busco complacer a los estudiantes. La espera habitual en la lista para ser entrevistado y aceptado es de uno a tres años. Rara vez acepto a nadie menor de veintiún años de edad y un presentimiento es más importante para mí que cualquier lista de dojos anteriores y de las artes que se han estudiado. De hecho, una lista de diferentes dojos me muestra que no se tiene dedicación, o una actitud  de compromiso con lo que se acomete. A estos los llamo los «vagabundos de dojo» y no voy a perder mi tiempo con ellos cuando los estudiantes serios son más merecedores de atención.

Soy prácticamente un recluso y no sé ni me importa lo que los demás están haciendo. Definitivamente no estoy en la política o en asociaciones. Nunca he visto una que no haya vuelto antiguos amigos el uno contra el otro a los seis meses,  asomando el ego su fea cabeza en detrimento del arte. Soy un docente demasiado ocupado para molestarse con este tipo de cosas. Yanagi Ryu es un arte tan complicado y exigente que sólo se puede enseñar en grupos muy pequeños, por lo general no más de seis u ocho a la vez. Los requisitos básicos para entrar en nuestro dojo incluyen, pero no están limitados a:

    • Dedicación.
    • Compromiso.
    • Una disposición continúa, sin interrupciones.
    • Sentido del humor. (Las personas que toman a sí mismos demasiado en serio no se aceptan nunca.)
    • La capacidad de mezclarse y trabajar con los demás estudiantes, y nunca estar satisfecho con el propio progreso.
    • Una intolerancia a la mediocridad.

También se anima a los estudiantes a no hablar de que estudian Yanagi Ryu o conmigo, y que nunca den la dirección del dojo.

Cuando empecé a enseñar en los años cincuenta y mencionaba el aikijujutsu, Kotaro y Kenji Yoshida, y el Daito-ryu, todo el mundo decía que yo era un farsante, que no existía esta gente y no había tal arte del aikijujutsu. Ahora aikijujutsu es la nueva palabra de moda, y de repente hemos sido bendecidos con una serie de profesores de aikijujutsu. ¿De dónde salen todos ellos tan de repente? ¿Dónde habían estado antes de que el nombre de su arte llegase a ser popular? Cuando se examina su historial de artes marciales, por lo general resultan ser personas de aikido que agregaron algunas patadas y proyecciones de judo, o maestros de karate que añaden un puñado de técnicas de lanzamiento.

Lo mismo ocurrió en los años sesenta, cuando se convirtió el kung fu en la nueva moda. No hubo ningún profesor de karate que no saliese con el pincel lo suficientemente rápido como para escribir «kung fu» en sus ventanas. De repente, todo el mundo era un maestro de kung fu que había sido obligado a guardar secreto por su maestro, cuyo nombre no podía ser revelado bajo pena de muerte. Un profesor de judo de Hollywood incluso se  puso una máscara de Lone Ranger y un judogi y publicó anuncios en la parte posterior de los cómics y revistas haciéndose llamar «Honorable señor Kung Fu.» Llevaba la máscara, según el anuncio, para no  ser asesinado por las mafias chinas por revelar los secretos a los no chinos.

Supongo que perdí un montón de dinero por no caer en esa moda. He enseñado siempre lo mismo y nunca pretendí enseñar otra cosa. Ahora imparto varios seminarios cada año, principalmente en el norte de California y en el suroeste. He impartido seminarios en la Academia del FBI y en las embajadas de Estados Unidos en Bangkok y Singapur, y ahora diversa gente en varios países extranjeros están haciendo gestiones para organizar seminarios. Estos se hacen generalmente a través del Sr. James Williams, de la Bugei Trading Co. en San Marcos, California. Pero mi atención se centra en mis alumnos. Después de todo, un maestro no lo es sin alumnos, independientemente de los títulos y las insignias. Un artista marcial es juzgado por su carácter y rendimiento. Un profesor es juzgado en el rendimiento y el carácter de sus alumnos.

3 comentarios en Mi carrera en Yanagi Ryu, por Don Angier (y II)

  1. Edwin Sarrautte // 31/01/2014 en 11:01 // Responder

    Exelecten me encanta el final 🙂 espero algun día poder asistir alguno de sus seminarios 🙂 saludos (Domo arigato gozaimasita, Sensei) Don Angier 🙂

  2. Excelente material. Oss

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