Un buen dojo no es un lugar cómodo (y II)
Cómo nos reta la práctica marcial en cada entrenamiento

A continuación os traemos la segunda parte del artículo de Peter Boylan sobre cómo un buen dojo es un lugar en el cuál nos enfrentamos a aquellos aspectos de nosotros mismos más desconocidos o ignorados, mediante la práctica marcial. Un buena lectura que esperamos os sirva para plantearos más profundamente vuestra práctica.

Aprender a confiar en uno mismo, sin embargo, es mucho más difícil. No tenemos mucha experiencia con el conflicto y la violencia física en las sociedades occidentales (Japón es aún más pacífico). La mayoría de los nuevos estudiantes probablemente ni siquiera han estado en una competición de fuerza desde la escuela secundaria, y mucho menos en una pelea. Antes de que comenzar el entrenamiento, la gente es consciente de que puede herir a los demás, pero no conocen ninguna técnica, por lo que tienen poca idea de lo que pasará si hacen algo. Los principiantes, muy razonablemente, no confían en sí mismos. No tienen ninguna habilidad técnica y no tienen mucho control de sus propios cuerpos, por lo que es probablemente es acertado no confiar en sí mismos para poder atacar a alguien, o ser capaz de aplicar una técnica sin lastimar o herir a sus compañeros de entrenamiento.
Se necesita tiempo para aprender a confiar en uno mismo y entender de lo que eres capaz. El viaje es complicado. En los primeros pasos se aprende a confiar en la técnica básica, que se pueda realizar con seguridad una caída, o proyectar la pareja, o atacarla, con precisión y control. Una vez que los estudiantes empiezan a tener un cierto grado de confianza en sus habilidades físicas, se encuentran con algunas otras preguntas incómodas. ¿Tengo suficiente autocontrol para esto? ¿Podría perder los estribos y herir a alguien? Rara vez he encontrado estudiantes que tuvieron autocontrol y disciplina para seguir con el entrenamiento, pero que carecieran del autocontrol para no utilizar lo que están aprendiendo sin una buena razón. Que los estudiantes se preocupen por esto es buena señal para mí, pero se requiere el tipo de autoreflexión y conciencia que nunca es fácil y casi siempre es incómodo.
Es difícil tomar conciencia de que no somos seres humanos perfectamente maravillosos. Eso hace que el autoexamen sea una de las cosas más incómodas en el entrenamiento. Cuándo un estudiante adquiere habilidad, no es infrecuente que se pregunte qué tipo de persona sabe lo mismo. Me parece especialmente cierto para las mujeres. «Las chicas buenas no se comportan así». «Golpear la gente no es propio de una dama».»Las señoras están por encima de ese tipo de cosas.» Añadamos los estereotipos sociales acerca de que las niñas no pueden luchar («golpea como una niña», como reza el refrán), y los obstáculos mentales y emocionales pueden sumarse rápidamente. Tengo que agradecer a Ronda Rousey el que demostrase al mundo que, sí, las mujeres pueden luchar. Cada mujer que llega al dojo tiene que hacer ese viaje mental por sí misma.
Todo el mundo tiene que decidir qué tipo de persona es aquella que sabe cómo luchar. Esto no suele ser un problema para los hombres, pero mucho de lo que se enseña en un dojo de artes marciales no se refiere al combate. Es el arte cuidadoso, casi científico de cómo deconstruir otra persona. ¿Qué clase de persona sabe estas cosas? ¿Un monstruo? Hasta que los estudiantes se sientan cómodos con el saber dislocar articulaciones y romper miembros, con la forma de estrangular a alguien hasta dejarlo inconsciente, o tirarlo por la habitación con tanta fuerza que reboten, van a estar incómodos.
Los estudiantes tienen que mirar dentro de sí mismos y averiguar quiénes son, qué tipo de persona son y decidir por qué es bueno para ellos saber cómo hacer estas cosas violentas. Tienen que decidir por qué es bueno para ellos tener este poder. Es fácil decir «Eso no es ningún desafío» cuando se está de pie al margen del tatami. Todos tenemos aspectos de nosotros mismos que no nos gustan en particular, rasgos y características personales de las que no estamos orgullosos, y tal vez incluso de los que estamos avergonzados. Esas partes de nosotros consiguen también todo este conocimiento y poder marcial.
Estos son sólo los problemas que cada uno tiene de superar en las artes marciales. Diferentes obstáculos serán más altos o más bajos según las personas. Luego están las cuestiones particulares que la gente puede llevar con ellos. Si alguien ha sufrido abuso o un trauma, simplemente el agarrar la mano de un compañero para practicar un bloqueo articular podría plantear un problema. Permitir que un compañero nos proyecte pueden requerir un «salto de confianza», fe y valor que nunca hemos tenido que tomar hasta ese momento.
Estar en el dojo no es cómodo, pero es bueno. Un buen dojo da a los estudiantes un lugar para trabajar en todos estos temas. Los buenos maestros dan a los estudiantes apoyo para trabajar en de ellos. He conocido a personas que pensaban que tenían que «apretar botones EN la gente» para ayudarles a crecer. Me parece que sólo estar en el dojo y entrenar activamente suele ser más que suficiente. Lo que hacemos en el dojo es jugar con la violencia, la agresión y la fuerza. Cosas que no están permitidas en la sociedad educada. Sólo trabajando con estas cosas, aprendendiendo a controlarlas y la forma de aplicarlas hará que la gente se enfrente a partes de sí mismas que pueden evitar en su mundo del día a día.
A veces el estrés del entrenamiento expone pedacitos de nosotros a los preferimos no enfrentamos. Quizás estamos demasiado dispuestos a estar enojados con otras personas cuando estamos involuntariamente magullados o heridos durante la práctica. Tal vez descubrimos que no somos tan buenos bajo la presión de un ataque constante y continuo y que empecemos a sentir pánico. Puede ser que sea el descubrimiento de que no podemos permitirnos perder, aunque perder en randori no es realmente perder. Estos son sólo algunos de los problemas que pueden surgir en el dojo.
Trabajar con estas cosas puede hacer que el dojo sea un lugar incómodo, pero un gran viaje para aprender no sólo cómo luchar y causar daño, sino también acerca de qué clase de persona eres. Vernos a nosotros mismos con claridad casi nunca es cómodo, pero el estar en el dojo exige que nos miremos a nosotros mismos una y otra vez a medida que avanzamos. A lo mejor se trata simplemente de descubrir que no sabemos cosas que pensábamos que entendíamos. Todo ello implican hacer el descubrimiento de que no somos tan buenos como pensábamos que éramos.
En el dojo, sin embargo, eso está bien. Eso es para lo que el dojo está. No se puede ser un buen boxeador si no conoces tus propias debilidades, por lo que un buen dojo ayuda a lidiar con los problemas y debilidades que encuentras en ti mismo. Un buen dojo es un poco incómodo, ya que proporciona un espejo para mirarte a tí mismo. Un buen dojo también es maravilloso porque te da el apoyo y estructura para hacer frente a lo que se ve en ese espejo.
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