Considerando el Aikido en el contexto del entrenamiento interno (II)

Publicamos la segunda parte de la traducción del artículo de Ellis Amdur sobre el Aikido y el entrenamiento interno, cuya primera parte podéis encontrar aquí. En esta segunda parte, Amdur inicia su reflexión acerca de la fuerza interna, y cómo recuperar su entrenamiento para el Aikido.
Mi redescubrimiento del entrenamiento de la fuerza interna.
En estos últimos años he redescubierto este tema, tanto teóricamente en varias conversaciones en Internet, como al encontrarme con gente que realmente tenía cierto nivel en estas habilidades. Uno de estos primeros encuentros está aún reciente en mi memoria: en él, empujando los brazos de un hombre en una situación de (ligero) sparring, me di cuenta que cuanto más fuerte empujaba, más me veía empujándome a mi mismo en la tangente, a pesar de que el hombre no se movía en absoluto. Y, entonces, en medio de este movimiento, me vi absorbido hacia adentro por este hombre, y pude comprobar cómo casi me hunde el pecho (o al menos eso sentí) con un golpe de hombro que comenzó con nuestros cuerpos en contacto, sin ningún tipo de movimiento preparatorio ni nada que se le parezca. La primera parte de este movimiento parece absolutamente congruente con la afirmación que Ueshiba le hizo a Takeshita Isamu, «Aiki es una manera de alcanzar la armonía con otra persona, de manera que esta haga lo que quieras»[v], y la segunda con su afirmación, citada frecuentemente, de que «el atemi es el 90% del Aikido». Fue en este momento cuando me pareció evidente que la «magia» que Ueshiba realizaba era muy probablemente algo análogo, si no idéntico, a las habilidades demostradas por los expertos en artes marciales chinas. No quiero decir que Ueshiba realizaba exactamente lo mismo que reconocidos expertos como Chen Xiaowang o Feng Ziquiang, por nombrar sólo dos (los entendidos afirman que incluso estos dos «primos» del mismo linaje, no hacen todo igual), sino que los principios seminales de todo entrenamiento interno comparten los mismos criterios, solapándose en diferentes proporciones según el arte. Por esta razón, y dado que sólo hablaré del Aikido en lo que queda de artículo, me referiré de ahora en adelante al entrenamiento interno como «aiki».
Una cosa sobre el Aiki: este, por si mismo, no creará un artista marcial poderoso, no más que la habilidad de levantar seiscientas libras [vi]. Sin embargo, ofrece al artista marcial la posibilidad de imbuir cualquier técnica con un método diferente de generar potencia y gestionar las fuerzas entrantes. Para usar una cruda metáfora, es el cambio del canal de audio mono al estéreo, del blanco y negro al color. En cierta manera, nada cambia. Desde otra perspectiva, cambia todo.
A partir de ese momento, comencé a entrenar varios de los métodos de desarrollo de estas habilidades, y escribí Oculto a Simple VIsta: Trazando las raíces del poder de Ueshiba Morihei [vii]. En el libro traté de elucidar las raíces chinas de algunas de las habilidades que se pueden encontrar en el curriculum de varias de las tradiciones marciales japonesas; también traté de destacar estas capacidades y resucitar la memoria del tan a menudo difamado Takeda Sokaku; de establecer una clara evidencia según la cual Ueshiba Morihei poseía esas habilidades internas; de averiguar como enseñó (y cómo no enseñó) estas habilidades, y de desentrañar tanto porqué no tuvo éxito al pasar estas habilidades, como porqué no quiso conscientemente hacerlo más que a unos pocos, y a estos, aparentemente, sólo en parte [viii].
La pequeña influencia, sea cual sea, que mis escritos hayan tenido, se sumó a los esfuerzos de varias personas que comenzaron públicamente a enseñar métodos de entrenamiento internos como «habilidades genéricas», de manera muy diferente a lo que sucede en tradiciones marciales más cerradas. Esta suma provocó un pequeño incendio en la comunidad mundial de Aikido. Permitaseme remarcar lo de «pequeño». Apostaría a que no hay más de 500 aikidokas, posiblemente bastantes menos, activamente empeñados en un entrenamiento específico para transformar la manera en se usa el propio cuerpo, en lo que se refiere a generar potencia, redirigir la fuerza a través del propio cuerpo, etc.
Pese a la importancia que unas 500 personas puedan otorgarle a este tema, y el ruido sustancial que sobre él unos pocos puedan hacer en foros de discusión en Internet muy selectos, la mayoría de la gente en el mundo del Aikido no le haría mucho caso. Les gusta el Aikido que están haciendo, ¿y por qué no?. Concretamente, el Aikido ofrece a muchos, sobre todo en el Oeste, una casi mítica resolución de problemas con un claro vencedor y perdedor, donde un atacante es sometido elegantemente, y por lo menos en teoría, sin daño. Todos ansiamos un camino claro a través del caos [ix]. Que el mundo real a menudo no funcione de esa manera, sobre todo cuando se trata de un conflicto físico entre dos personas de fuerzas más o menos igualadas, lleva a la gente en dos direcciones. Los aristotélicos se irán hacia artes marciales aparentemente más prácticas, como el muay thai o las MMA, mientras que los platónicos simplemente creerán que necesitan practicar más horas del Aikido que están haciendo, hasta alcanzar el arquetipo del arte [x].
La idea de la resolución de conflictos es uno de los puntales de las artes marciales del este asiático. Varias tradiciones marciales, desarrolladas siglos antes que el Aikido, tienen historias acerca de un maestro sometiendo elegantemente a un atacante con un pincel, un abanico, o el giro de un muñeca. Aunque no estrictamente verdadero desde una perspectiva etimológica, es una creencia común que el significado de la raíz léxica en el ideograma japonés 武 («bu») significa «detener la lanza». Hay incluso debates sobre si esto significa «defensa propia» (tener la habilidad de parar la lanza del enemigo), o «contención» (tener la habilidad de hacer del uso de la lanza algo innecesario, y el autocontrol necesario para tomar esta opción). Es legítimo, por tanto, preguntarse cómo de bien la pedagogía del AIkido, tanto la de Ueshiba Morihei como las versiones de sus sucesores, cumplen este objetivo. Uno no puede «detener la lanza» a no ser que sea más hábil que el atacante que la blande. Más aún, la intención supuestamente legítima de resolver conflictos no está separada del contexto social en el que se inscribe. Por tanto, si consideramos la resolución de conflictos en cualquier sociedad civil moderna, ¿cuál sería el arte marcial más efectiva y útil?: 1) Una aparentemente caótica amalgama de ritos neoshintoístas, budistas esotéricos y chamánicos, con un corpus técnico complejo y detallado, así como sofisticados métodos de entrenamiento que pueden llevar años de dedicación para ser dominados, todo lo cual es enseñado en el contexto cerrado de un ojo a unos pocos individuos con los cuales el instructor tiene una profunda relación personal; o 2) una práctica marcial que abandona los rituales espirituales por una actitud metafórica más general basada en la ética, con un sistema menos exigente de práctica de artes marciales y ejercicio físico, accesible a millones, una práctica en la que uno puede alcanzar un nivel bastante elevado de habilidad en unos pocos años. ¿Cuál de estas dos opciones cumple el objetivo de 武 (bu) en el mundo en el que vivimos[xi]?.
Al final de Oculto a Simple Vista, escribí:
¿Necesitas esta antigualla?. Hace la vida más difícil, porque recuerda, tienes que pagar por ello en tiempo, millas de trabajo duro, y honestidad. Recuerda a Chen Xiaowang, que abandonó la construcción de su casa familiar, porque ocupaba las horas que necesitaba para practicar su t’ai chi ch’uan. ¿No es el aikido técnico de, por ejemplo, los descendientes de Ueshiba, y de manera similar, en mi opinión, el Daito Ryu de varios descendientes de Takeda, una búsqueda que merezca la pena por si misma?. Sin duda puede serlo. Mientras estoy sentado escribiendo esto, observo un juego de luces en mi habitación, con el sol pasando a través de vasos y cristales, parte de mi propio linaje, desde mi abuela, pasando por mi madre hasta mi. Tal y como este cristal es hermoso por derecho propio, también lo es la búsqueda del genio técnico, o del atlético (con los numerosos cambios positivos en la personalidad que ocurren con el trabajo dedicado en cualquier disciplina, en compañía de camaradas con el mismo objetivo), y todo esto es posible a través de lo que el Aikido se ha convertido. Y sí, esto incluye también una virtud marcial sustancial, tan y como gente como Nishio Shoji, Takeno Takefumi, Kato Hiroshi, y Anno Motomichi ampliamente muestran. Hay una rica vida de conocimiento en los que estos hombres (y otros como ellos), tienen que enseñar.
¿Pero qué pasa si lo que quieres es la propia antigualla [N. del T.: aquí el autor juega con el doble sentido de «vintage»: clásico, antigualla de época, y licor destilado añejo]?. ¿Qué pasa cuando deseas exactamente lo que Ueshiba estaba destilando?. Lo que creó está dentro de lo poco común, un elixir destilado a partir de una mezcla de flores silvestres de los Alpes japoneses, y de champiñones con una aureola azul. Es un sabor muy característico, como un escocés con turba ahumada de Islay, o una ginebra holandesa bien fría servida desde una jarra de piedra. Para hacer las cosas aún más difíciles, la botella en la que la destilación añeja de Ueshiba ha sido guardada es difícil de servir, y lleva mucho tiempo llenar un vaso. Y aún peor, sólo hay unas pocas personas que aún sepan como sacar el corcho de la botella, porque Ueshiba no compartió exactamente como hacer eso con muchos. Él simplemente lo descorchó por si mismo, cada botella un poco diferente de la anterior, y tomó un buen sorbo cada día, dejando un poco en la copa de manera que los invitados podrían elegir si sorber lo que quedaba o no. Si ellos (o tú) simplemente quieren disfrutar el juego de luces a través del cristal, teñido por este maravilloso brebaje, esto también puede ser una dedicación vital que merezca la pena. Pero si lo que quieres es el licor añejo, espero que te haya dado algunas pistas de como encontrarla.
¿Y qué pasa con los demás?. Hay muchos otros licores, brandys de caracteres y profundidades variadas, e incluso hay varios destiladores importantes surgiendo actualmente, que han recortado lo que pueden ser procedimientos no esenciales o inútiles, y ofrecen sabores propios que merecen la pena. Puedes ir a esos profesores, y adquirir, en toda su riqueza, ese líquido dorado, y si quieres llevarlo de vuelta y verterlo en la vasija del Aikido que tanto amas. No será el Aikido de Ueshiba. Pero será el tuyo.
El asunto importante es el siguiente: vive tu vida. Lo que hizo de Ueshiba tan maravilloso es que la vida que vivió fue, innegablemente, suya. Ueshiba Morihei está muerto, ¿hay alguna necesidad de resucitarlo en ti?.
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[v] Dueling with Osensei, Ibid, p. 3 [vi] Paul Anderson, reconocido como el hombre más fuerte del mundo en su momento, decidió convertirse en boxeador profesional en un determinado momento de su vida, y casi pierde la vida en el ring con un obrero de 190 libras, Atilio Tondo, sin nungún tipo de habilidad especial. [vii] Amdur, Ellis, Hidden in Plain Sight: Tracing the Roots of Ueshiba Morihei’s Power, Edgework Books, Seattle, WA, 2009 [viii] Debo anotar que Peter Goldsbury, en una lectura crítica de este artículo, señala que el estallido de la Segunda Guerra Mundial muy posiblemente tuvo mucho que ver con lo último. Entre los factores que pudieron haber jugado un cierto papel en el cambio radical que Ueshiba realizó en su manera de enseñar y ver su legado, estarían la pérdida de varios de sus estudiantes estelares, por muerte, abandono, o cisma, y los cambios mentales motivados por la edad y el nivel de energía que le hubiera gustado dedicar a al enseñanza. [ix] Discusión personal con Joshua Lerner. [x] Para no dejar lugar a malentendidos, algunos grupos de Aikido se concentran con notable ahínco en el rigor marcial, y producen gente muy efectiva a la hora de defender su bienestar, incluso sus vidas. El Aikikai de después de la guerra siempre tuvo una o dos personas conocidas como «sicarios», que eran designados para asumir cualquier desafío de un artista marcial externo al grupo. Debido a unas circunstancias muy particulares (y no a que retase a alguien), cuando llegué al AIkikai por primera vez, me pasé mi primera semana siendo «ablandado» por estos individuos, por orden de Kisshomaru Ueshiba. [xi] Como ya describí en un ensayo en Aikido Journal, Minegiseshi Mutsuko en cierta ocasión me paró en seco, comparando los resultados de mi áspero entrenamiento en artes marciales, y el hombre alienado e intimidante que había creado, con la comunidad cálida y protectora que había crecido a su alrededor. En aquella época, poco gente hubiese querido llevarme un plato de sopa al enterarse de que estaba enfermo.
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