Considerando el Aikido en el contexto del entrenamiento interno (I)

Ofrecemos aquí la primera parte del excelente artículo de Ellis Amdur, en el que revisa el Aikido dentro del contexto de las artes marciales internas. Amdur, un reconocido experto en las artes marciales japonesas, ha publicado libros fundamentales para entender, en su contexto histórico, las artes marciales japonesas, como el reconocido Hidden in Plain Sight.
Nota del autor: No soy un aikidoka. Dejé formalmente el Dojo Kuwamori en 1978. Pero previamente entrené más de 7500 horas el arte en el tatami, bajo la tutela de varios de los mejores profesores de aikido vivos. Le debo muchísimo al aikido, ya que me llevó a muchas otras cosas, y por su carácter particular. Nunca he dejado de pensar en él, escribir sobre él, y, paradojicamente, trabajar en él. A lo largo de los años, varios dojos me han invitado a enseñar seminarios, creyendo que lo que he aprendido en Aikido, mejorado con posteriores estudios en varias artes durante los últimos 35 años, tiene algo que ofrecer. Soy de la opinión de que ningún arte marcial es mejor que otra, pero no por la razones que algunos podrían pensar. Algunas artes marciales son clara, e innegablemente, mejores para la lucha, por lo menos en ciertos contextos, y otras artes marciales son mucho más adaptables cuando se mueven a otro contexto. Cada arte marcial es buena para lo que es buena, y esto no es más que para lo que está hecha. Considerad esto: en el Japón de preguerra, los profesionales del sumo eran, en general, probablemente los más duros y temibles luchadores a mano vacía. Durante la Segunda Guerra Mundial, fueron usados primordialmente como animales de carga, como los burros y otras bestias, para llevar objetos pesados colina arriba.
Tanto al enseñar Aikido, como cuando intento tratar un tema dentro del contexto del Aikido, mi pensamiento es este: tanto si me gusta o no, como si suscribo o no la metodología, cuando estoy en casa de alguien, debo respetarla. Mi crítica, por tanto, debe ser tenida en cuenta en lo que se refiere a los cimientos sobre los que se levanta la casa. Si tengo algo de «fuera» con lo que contribuir a Aikido, debo preguntarme como debo hacerlo con respeto. Este ensayo ha sido escrito con este espíritu.
Él entonces aprendió Daito-Ryu de Sokaku Takeda, se convirtió en su discípulo durante varios años, y recibió un menkyo kaiden [Ueshiba realmente recibiió el kyoju dairi o «licencia de instructor»] y la posición de maestro sustituto de Takeda Sensei. Desde entonces ha estudiado duro para absorber la esencia de varias escuelas de artes marciales y dominar técnicas de manos vacías (taijutsu) rápidas contra el rayo contra armas antiguas, armas militares, y armas de fuego modernas, para crear su propia y única escuela. Es la figura más preeminente en el mundo moderno de las artes marciales japonesas tradicionales. Ha combinado las técnicas marciales convencionales con la antigua religión mística del Sintoísmo para establecer su nueva escuela de artes marciales de los Kami, para el beneficio y gloria del Emperador.
Hisa, Takuma, 1942[i]
Entonces dijo, «Antes de irte, ¿quieres preguntarme algo?». Dije, simplemente, «O-Sensei, ¿que es el Aikido?». Su respuesta fue, «Bueno, déjame que te lo escriba, y algún día podrás leerlo y entenderlo». Lo que escribió fueron estas palabras «entrenamiento intelectual, entrenamiento físico, entrenamiento de la virtud, entrenamiento del ki. Todo esto produce sabiduría práctica». Añadió que no funcionaría si fallaba aunque fuese uno de esos puntos, que la ausencia de cualquiera de ellos haría que todo se quedase en nada, e inevitablemente ralentizaría el desarrollo personal en su globalidad. Uno debía siempre, me dijo, mantener un equilibrio armonioso entre todos estos puntos
(Entrevista con Mariye Takahashi, Aikido Journal, nº 120.
Mis primeros encuentros con el tema del entrenamiento del poder interno.
Cómo he escrito en otra ocasión [ii], mi primera visión del Aikido me golpeó ente los ojos como un rayo desde el cielo: primero, porque parecía ofrecer un visión moral, con la apariencia de la personificar la resolución del conflicto; segundo, parecía posible, a través de la práctica del Aikido, que uno pudiese adquirir un poder casi sobrehumano. Ambas «promesas» parecían ciertas por las descripciones de la vida y los dichos traducidos, al igual que las fotos y películas, del guerrero erudito, Ueshiba Morihei. Esto me llevó a cinco años de entrenamiento con una media de seis horas al día, incluyendo temporadas viviendo en el tatami del Dojo de la calle Bond en Nueva York. Sin embargo, a pesar de que encontré algunos artistas marciales superlativos, tanto en América como en Japón, ninguno de los que conocí personalmente poseía ese tipo de poder atribuido a Ueshiba, referido en japonés con términos como nairiki, kokyu-ryoku, o aiki, y conocido en castellano como «fuerza interna» [N. del T: «internal strengh» en el original]. A pesar de que varios de esos shihan era mucho más hábiles como artistas marciales de lo que seré yo nunca, todas sus técnicas eran «comprensibles físicamente». Eran simplemente mejores atletas, y en algunos casos mejores luchadores, de lo que era yo, de igual manera que otros judokas o practicantes de kickboxing a los que más tarde conocí y con los que entrené.
Conocí las enseñanzar de Tohei Koichi, y entrené en su dojo en Honolulu. Sin embargo, sus cuatro principios básicos me parecieron, en ese momento, simples medios de relajarse para permitir fluir el «ki» que, en todas las discusiones en las que participé, era algún tipo de «fluido energético» que uno dirigía a voluntad a través del propio cuerpo. Nunca conocí a Tohei (quizás sea mi falta), pero en cualquier caso no encontré nada excepcionalmente diferente a lo que que conocí en otros profesores de aikido, de entre los más señalados, o sus discípulos, ni a nadie que pareciese ofrecer un entrenamiento que proporcionase en camino para la adquisición de ese tipo de poder, incluso en el dojo central del Aikido. Finalmente, conocí a Osaawa Kisaburo y formalmente renuncié a mi entrenamiento de Aikido y me concentré en otras artes marciales.[iii]
Más tarde fui afortunado al encontrar varios profesores, de entre los artistas marciales chinos, que tenían un alto nivel de entrenamiento interno. No sabía si lo que hacían era lo mismo que Ueshiba, pero sabía que era extraordinario. La fuerza interna no era simplemente una leyenda o una historia fantástica: era real. Entre los primeros estaba Wang Shu Chin. Pude ver a Wang, cuanto tenía un cáncer terminal, derribar un campeón de karate Kyokushinkai simplemente deslizándose dentro de su ataque y abrazándolo. El hombre cayó al suelo, desarbolado, luchando por respirar. Ahora, al ver vídeos de Wang, puedo ver como la ola de fuerza viaja a través de su cuerpo relajado desde los pies, amplificada en su columna. Aun más, un examen más atento de sus piernas muestra que este «golpe con el vientre» era simplemente otra versión de lo que es conocida como la técnica más poderosa del Xingyi, denominada beng ch’uan, con su vientre sustituyendo al puño que vemos normalmente en la técnica).[iv] Sin embargo, todo lo que él parecía enseñar era una forma del taichi, en la que sin ningún tipo de instrucción tratábamos de seguirlo lo mejor que podíamos. Desafortunadamente, no me di cuenta que estos simples «calentamientos» con los que empezábamos cada clase eran realmente el núcleo de sus habilidades y fuerza, algo que después averigué realizada varias horas al día. Perdí otras oportunidades semejantes en años posteriores. Ninguno de los profesores explicaba explicitamente que el el entrenamiento de fuerza interna se realizaba de «esta» manera, pero en retrospectiva, ahora sé que mostraban sus métodos de entrenamiento personal justo delante de mi. No vi el guante que me estaban arrojando, y que no me di cuenta que tenía que recogerlo. Había sido invitado «a pasar la puerta» hacía tiempo. También ignoré lo que estaba «oculto a simple vista».
Como todos los instructores tradicionales de casi todas las artes en China y Japón, los profesores de fuerza interna u otras técnicas marciales de alto nivel darán este entrenamiento solo a estudiantes que considerasen todo lo que hacen tan importante como para practicar incesantemente incluso los más triviales ejercicios en solitario, aunque pareciesen muy lejanos a la forma y las aplicaciones marciales: aquellos que tomasen cualquier lección, no importa lo oscura o arcana que fuese, como algo que ocultase algún conocimiento esencial. En vez de recibir todo hecho, debes rebuscar en el barro para recoger los escasos granos que hay dispersos en él. Algunos en Occidente podrían encontrar este concepto extravagante, pero lo que he experimentado a lo largo de los años es que si continuas practicando con el maestro, recibiendo progresivamente todo que tenga que ofrecerte, finalmente serás acomodado en la mesa dónde espera el banquete.
Hay que tener en cuenta que, hasta hace poco, estas habilidades eran el equivalente a los planos de un drone Predator o un caza invisible al radar. Tenían que ser enseñados a alguien considerado, al mismo tiempo, de plena confianza y merecedor de ello. El problema para muchos en estas prácticas tradicionales era y es que puedes acabar arrojando la toalle antes de ser iniciado, si es que alguna vez esto ocurre. Algunos terminarán tan decepcionados que se irán. Otros encontraran profesores que se limitan a guardar los mejores manjares para ellos, arrojando sólo las migajas a sus estudiantes, y prefiriendo manipularlos para tener seguidores leales, en vez de herederos. En verdad, varios supuestos grandes maestros no tienen para ofrecer más que estas migajas. Por otro lado, la gente encuentra los profesores que quieren. Si estás siendo engañado por un profesor, y no te das cuenta, entonces, desde cierta perspectiva, has encontrado exactamente el profesor para el que estás hecho.
Este fue una vez un mundo en el cual uno dejaba realmente de lado su vida esperando recibir un tesoro, y la sinceridad se medía por la voluntad de un estudiante en arriesgarse para conseguir esas habilidades. Y entre las cosas que uno arriesgaba está el que, habiendo dado todo, uno tiene que meterse en el barro. El que este método de enseñanza quizás no sea ya el más adecuado para la actualidad, no niega el hecho de que a través de él, generación tras generación, se crearon artistas marciales como Yagyu Tajima no Kami, Takenouchi Hisamori, Takeda Sokaku, y Morihei Ueshiba, hombres que fueron templados como el mejor acero, muy diferentes de los hombres de hierro, los luchadores ordinarios de su tiempo.
Un apunte final: aún no estoy seguro si los procedimientos de enseñanza abiertos producen un número mayor de estudiantes de alto nivel. Seguramente, el entrenamiento básico, tanto en situaciones militares como civiles, requiere una instrucción meticulosa, para que esta información sea para todos en la propia organización marcial. El entrenamiento de alto nivel, sin embargo, requiere gente de alto nivel, y las habilidades de alto nivel serán sólo para una pequeña élite, aquellos que han tienen tanto un talento innato, como un compromiso obsesivo y penetrante. Conozco varios profesores que son diligentes y abiertos, algunos de los cuales son instructores de koryu y otros de metodologías de entrenamiento interno, y que tienen la actitud de no ocultar nada, sin secretos. Sin embargo, cada uno de ellos me ha contado que pese a que tienen un montón de gente estudiando, sólo tienen uno o dos estudiantes. Es posible que, a pesar de que un profesor «abierto» ofrece un entorno de entrenamiento más placentero y cómodo psicológicamente, él o ella tendrán, al final, el mismo número de estudiantes: uno o dos. «Robar la técnica» no es algo que sólo haya que hacer con un profesor como Takeda Sokaku o Ueshiba Morihei, que supuestamente enseñaban una técnica sólo una vez; también ocurre con cualquier profesor, porque la explicación no sustituye la experiencia. Uno tiene que respirar la habilidad a través de los poros, no de las orejas.
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[i] Hisa, Takuma, originalmente publicado en Shin Budo, November, 1942, El artículo entero, en inglés, puede ser léido en http://members.aikidojournal.com/enc…ryu-aiki-budo/
[ii] Amdur, Ellis, Dueling with Osensei: Grappling with the Myth of the Warrior Sage, «The Knights of the Mouldy Rope,» Edgework Books, Seattle, WA, 2000, pp., 177 – 203
[iii] Estuve a punto de conocer a alguien que podría haber adquirido habilidades muy similares a las de Ueshiba. Recibí una invitación para conocer a Inoue Noriaki, el yerno de Ueshiba Morihei, del cual se decía que su Shinei Taido era el más cercano al de Ueshiba en sus años de juventud. Las películas más recientes disponibles, publicadas por Aikido Journal, le muestran a la edad de 69, con su mejor momento bien sobrepasado. Sin embargo, se le puede ver mostrando una fiel muestra del Aikibudo más temprano. Mantuve varias conversaciones telefónicas para tratar de negociar una visita a su dojo, acompañado de Kuroiwa Yoshio, que conocía a varias personas en la organización. Inoue había enseñado a estudiantes extranjeros en los 50, supuestamente miembros de los servicios de inteligencia americanos. Don Angier lo describe en una visita a América, cuando, durante un seminario, fue retado por alguien, al cual derrotó contundentemente. Desafortunadamente, se me hizo saber que Inoue había tenido previamente un estudiante no japonés en los 60, que se había comportado de manera tan ofensiva con los miembros del dojo que tomó la decisión de no aceptar más estudiantes occidentales. En esa ocasión no fue invitado a cruzar la puerta.
[iv] Donn Draeger me contó malévolamente que intentó varias veces conseguir que Tohei Koichi le acompañase para concoer a Wang y «comparar notas sobre el ki». Con evidente hilaridad me contaba que Tohei siempre tenía otros planes o una cita urgente.Era algo que Donn no podía evitar comentar siempre que se veían.
[v] Dueling with Osensei, Ibid, p. 3
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